viernes, 1 de mayo de 2009

sentido de la vista

En la pantalla, de madrugada, el brillo de la carne sudorosa. El traqueteo de las embestidas sin ritmo aparente. El jadeante devenir de unas nalgas que se estremecen. La devoción, maleable, de un dedo que entra y sale, entra y sale, entra y sale… como el sol durante los últimos cien siglos.

En la pantalla todo esto, a las dos de la madrugada de un martes cualquiera, cuando todos parecen dormir, cuando me tumbo, en el sofá, algo turbado, no mucho, no más; ante un insignificante canal de televisión local.