miércoles, 1 de julio de 2009

vanesa atalanta


Un helado de pistacho en su mano derecha.

Unas sandalias de piel de camello en sus pies.

Y el brillo de la crema envolviendo su cuerpo.

Un suspiro bajo la sombrilla de rayas.

Unas gotas de sudor descansando en su escote.

Y el rimel se derrite a cada pestañeo.

Un instante de brisa terriblemente inocua.

Una pierna que decide abandonar la hamaca.

Y el dedo gordo del pie se posa en el suelo.

Un bañador estampado con palmeras.

Una encrucijada al final de sus piernas.

Y todo, sin excepción, un símil del fuego.

Un verano.

Una tarde.

Un dedo.